viernes, 19 de noviembre de 2010

Freud como comprensión psicoanalítica del fenómeno social: neurosis y neurastenia.

Sabemos que la sociedad está compuesta por un grupo de individuos y sus interacciones entre sí y con su entorno. “La oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva, que a primera vista puede parecernos muy profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la sometemos a más detenido examen... En la vida anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente, el otro, como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado." (Freud, 1997)

Ahora bien, cada individuo está formado básicamente por mente y cuerpo. Los procesos mentales o psicológicos son estudiados por la psicología, uno de sus métodos es el psicoanálisis, que es el que nos interesa por ahora para este trabajo, cuyo iniciador sabemos es Sigmund Freud.

“La expresión psíquica de las pulsiones siempre se constituye en influjos sociales y políticos más amplios […] esta actitud de representación de si, y de innovación, es premisa de toda transformación social y renovación cultural.” (Elliot, 1995: 47)

Cabe preguntarse si las sociedades de hoy en día son sociedades “sanas”, o si por otro lado, están infectadas con el ritmo del mundo moderno. Nos damos cuenta que el ritmo de vida ha ido cambiando sustantivamente desde hace ya varias décadas (o tal vez varios siglos) y con esa transformación lo social ha sufrido también un cambio radical. Hemos pasado de la vida considerada como tranquila de antes de la industrialización y la introducción del capitalismo y sus imposiciones, a una velocidad que hoy por hoy nos dejan sin aliento. Nueva velocidad, nuevos problemas sociales. El fenómeno se constituye de acuerdo a las exigencias y metas impuestas por la sociedad contemporánea que debemos alcanzar: un nivel educativo más alto, un mejor empleo, un mejor auto, una mejor vivienda, más comodidades para la familia, y así, suma y sigue. Existe otro modelo de comprensión del mundo, muy diferente a lo que se conoció antes de todas estas “anomalías”.

El ser humano del siglo XX-XXI se ha hecho de tantas cargas sociales y personales que actualmente además de destinar fondos a los ítems básicos del presupuesto mensual de muchas familias, dícese de conceptos como alimentación, educación, vestuario, entre otros, se le suma la factura del psicólogo o psiquiatra (dependiendo de la gravedad del asunto).

Hoy en día las licencias médicas que aparecen como número uno en las empresas son las relacionadas con trastornos mentales, como el stress y la depresión, una suerte de lo que parecieran ser patologías de la sociedad occidental contemporánea[1].

La inestabilidad mental y emocional es un nuevo fenómeno social que se ha ido fortaleciendo con el tiempo, y pareciera que llegó para quedarse.

Para vislumbrar algunas explicaciones respecto a esto, tenemos que remontarnos a algunos trabajos de Freud en donde aparecen por primera vez conceptos como la neurosis y la neurastenia, y cómo ellos se relacionan con lo que estamos viviendo actualmente, y de cómo se articula la concepción psicoanalítica de Freud con la sociología, o mejor dicho, con la construcción de una teoría social.

Para Freud, la neurosis es “el resultado de un conflicto entre el yo y su ello […] en la neurosis se evita, al modo de una huida, un fragmento de la realidad.” (Freud, 2003: 155-195) También hace una distinción entre este concepto, y la neurastenia, ya que mucha gente cree que están enlazadas, pero para Freud no. La neurastenia es entendida como una serie de síntomas que tienen que ver con la vida occidental de la gente. “La define por la impresión de fatiga física, las cefaleas, la dispepsia, la constipación, las parestesias espinales, el empobrecimiento de la actividad sexual.” (Laplanche & Pontalis, 2004: 235-236)

En los trabajos de este autor, se habla de la neurosis de angustia como producto de una serie de problemáticas y disfunciones sexuales, todas ellas clasificadas de acuerdo al sexo, a la edad y a la situación actual de las personas. En este sentido, la neurosis analizada para este trabajo no será tratada bajo el punto de vista de la naturaleza sexual, sino bajo lo que Freud llamaría como esa neurosis consecuencia de un “surmenage” (también conocido como síndrome de fatiga crónica) o esfuerzo agotador, anormalidad que podríamos adjudicar por supuesto al ritmo de vida que llevamos actualmente.

Por otro lado, la cultura le proporcionaría a las personas “normas que les permiten vivir con un defecto sin enfermarse. Es como si cada cultura proporcionase el remedio contra la exteriorización de síntomas neuróticos manifiestos que son resultantes del defecto que ella misma produce.” (Fromm, 1990: 22)

La dinámica social no es sólo un tema que atañe a sociólogos, sino que también a psicólogos y a las ciencias sociales en general. Tal como mencionaba en las páginas anteriores, existe una correlación entre individuo y sociedad. Los fenómenos sociales se manifiestan como una serie de reacciones sintomáticas de la sociedad que los produce, y a la vez tiene relación directa con los procesos psicológicos de los individuos que la componen.

De esta forma, las sociedades producirían enfermedades mentales, así como también el remedio para no enfermarse. Es cosa de salir a caminar por la ciudad y encontrarse con cines y teatros, ofertas culturales y de ocio (que acá no son muchas, pero las hay) para poder brindarle al hombre contemporáneo un antídoto para poder contrarrestar la rutina y el cansancio que ella misma nos hace involucrarnos en esta estructura en la que tenemos que vivir todos los días y que muchas veces nos causa angustia y ansiedad.

Las manifestaciones neuróticas (neurosis actuales), de las que habla Freud están a la orden del día. Este auto lo explica orientado hacia lo sexual, pero lo que quiere decir es que la sociedad contemporánea hace que la satisfacción libidinal, la sexual (en donde sólo una parte tiene que ver con los actos sexuales, lo demás es en general, como las relaciones con los otros, etc.) no es completamente satisfecha, y esa falta de satisfacción crea la experimentación de síntomas tales como trastornos de la conducta, de los sentimientos o de las ideas, lo que causa que el sujete se vea afectado por una serie de conflictos internos que lo llevan de cierta forma a colapsar psíquica y emocionalmente, aunque también en muchos casos estas afecciones pasan al plano físico-biológico, es decir, trastornos psicosomáticos.

El stress, ya desde el siglo XIX, es concebido por Beard como un desgaste nervioso, quien además populariza el término neurastenia. Aunque si bien es cierto, se distinguen estos dos conceptos, ya desde entonces había una preocupación por los estragos en la salud mental de las personas que estaban causando las exigencias de la vida moderna, especialmente en las grandes ciudades y las condiciones sociales que ellas mismas contenían.

Robert Kugelmann (1992) menciona que “empezando en 1880, durante 40 años, el cuadro de neurastenia se consideró una enfermedad resultante de una sobrecarga del sistema nervioso que producía una serie de desórdenes por lo que se le llamó también “debilidad de los nervios.”

Si traemos todos estos datos hasta la actualidad, nos damos cuenta que estos fenómenos eran también una preocupación de aquellas sociedades y no sólo de la nuestra, lo que nos hace pensar que el elemento en común entre el ayer y el hoy es sin duda la presión constante de las personas por el ambiente social en el que viven.

Antiguamente dichas patologías nerviosas eran asociadas netamente a la clase alta y los intelectuales de la época, hoy por hoy el desequilibrio mental afecta a todas las clases por igual, aunque creo que los que más se llevan el peso de las exigencias sociales son aquellos que componen la clase media, ya que están obligados a ser exitosos y triunfar, a superarse mediante el esfuerzo (conseguir un mejor trabajo gracias a la educación, brindarle a los hijos mejores condiciones socioeconómicas y académicas para superar a la generación anterior, la de los padres, etc.), o bien, a fracasar (socialmente) y pasar a componer la alta tasa que existe de pobreza.

A medida que se escala socialmente, vienen también nuevas responsabilidades. Al obtener un ascenso laboral, por ejemplo, trae consigo una mayor exigencia y más altas expectativas ya sea de quienes componen la jerarquía superior, es decir, por parte de los jefes, y de los que componen el grupo familiar del sujeto. Las personas están sometidas a un gran esfuerzo, fruto del aumento en las horas de trabajo y en los quehaceres que le han sido conferidos.

En nuestra sociedad actual, las mujeres también se han visto afectadas por el cambio en los patrones modernos. Muchas han optado por salir al mundo laboral desde hace ya varios años, las cuales se han convertido en un modelo a seguir por las generaciones femeninas posteriores.

Vemos cómo ellas intentan compatibilizar un desarrollo profesional exitoso en sus trabajos con las labores del hogar, como la crianza de los hijos y el mantenimiento del hogar. Lo que por supuesto causa grandes frustraciones y una exigencia tal, que conlleva a muchas de ellas a padecer de stress, ansiedad y depresión. ¿Por qué? Partamos diciendo que la exigencia es mucho mayor en mujeres que en hombres. Las mujeres han tenido que esforzarse el doble para poder estar a la par, profesionalmente con el sexo opuesto. En los trabajos, aquéllas que tienen los puestos más altos deben rendir con un mayor número de hora, fruto de las mayores responsabilidades que adquieren.

Luego de un extenuante día laboral, han de llegar a sus respectivos hogares y preocuparse de lo que necesitan sus hijos, intentando ser una “buena madre”, preparando almuerzos y mochilas para el día siguiente, preocupándose de lo que hace falta en la casa y cumpliendo con sus deberes maritales, sin contar con el tiempo para sí mismas. Sobre ellas recaen muchas presiones sociales, que la hacen vulnerable a sufrir de cuadros neurasténicos y a ser parte importante de este fenómeno social.

El caso del género femenino es sólo un ejemplo para ilustrar el motivo que me lleva a realizar este trabajo, que más bien es una breve aproximación a una de las tantas anomalías que están presentes en la sociedad y que son parte de la construcción del marco teórico de esta asignatura.

El psicoanálisis freudiano y la psicología en general nos aporta herramientas para lograr comprender hasta qué punto puede confluir esta disciplina con la sociología, por mucho que nos parecieran dos ámbitos totalmente alejados.

Vivimos en una sociedad que cada vez presenta más patologías, provocadas por la manera en que nos enfrentamos al diario vivir, en donde se nos dice cómo debemos comportarnos, qué es lo que se espera de nosotros y qué debemos lograr o aspirar a ser.

La función del carácter social consiste en moldear las energías de los individuos de la sociedad de tal suerte, que su conducta no sea de decisión consciente en cuanto a seguir o no seguir la norma social, sino asunto de querer obrar como tienen que obrar, encontrando al mismo tiempo placer en obrar como lo requiere la cultura. En otras palabras, la función del carácter social consiste en moldear y canalizar la energía humana dentro de una sociedad determinada a fin de que pueda seguir funcionando aquella sociedad. (Fromm, 1990: 72)

Toda construcción social necesita de ciertas exigencias impuestas, muchas veces sutilmente, mediante normas y patrones sociales preestablecidos a quienes la componen, a modo de preservar una continuidad y una cierta coherencia en sí misma, para de esta forma mantener un cierto orden y evitar el caos. El problema radica en cuáles son estas demandas que se les hacen a los individuos, de tal forma que no caigan al abismo en el intento.

La neurastenia y la neurosis parecieran ser los mecanismos que tienen nuestra mente y nuestro cuerpo de hacerle un llamado de atención al modo de vida que se nos ha obligado a tener gracias al contexto de las nuevas demandas de la modernidad.

Referencias bibliográficas

Elliot, A. (1995). Teoría Social y Psicoanálisis en transición. Sujeto y sociedad de Freud a Kristeva. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Freud, S. (2003). Neurosis y psicosis (1924[1923]) (pp. 151-159), La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis (1924) (pp. 189-198). En Obras completas: El yo y el ello y otras obras (1923-1925) (Vol. XIX). (J. L. Etcheverry, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores.

Freud, S. (1997). Obras completas: Psicología de las masas y análisis del Yo (Vol. XVIII). (Etcheverry, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores.

Fromm, E. (1990). Capítulo 1: ¿Estamos sanos? (pp. 11-17), Capítulo 2: ¿Puede estar enferma una sociedad? Patología de la normalidad (pp. 18-25), Capítulo 4: Salud mental y sociedad (pp. 62-70), capítulo 5: El hombre en la sociedad capitalista (pp. 71-74). En Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de cultura económica de Argentina S.A.

Hollitscher, W. (1950). Introducción: relaciones entre el psicoanálisis y la sociología (pp. 19-30), Capítulo 5: La angustia (pp.103-116). En Psicoanálisis y sociología. Buenos Aires, Argentina: Paidós.

Kugelmann, R. (1992). Stress: The Nature and History of Engineered Grief. 86-88. Westport, EE.UU: Greenwood Publishing Group Inc.

Laplanche, J., & Pontalis, J.-B. (2004). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina: Paidós.



[1] Fromm, E. (1990). Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de cultura económica de Argentina S.A. Pág. 12.

hermenéutica y fenomenología.

Con el positivismo lógico, surge un método de investigación (paradigma explicativo) particular en el campo de las ciencias naturales (posteriormente también dentro de las ciencias sociales) que pretende alcanzar la objetividad. Su forma más común es la predicción o también conocida como hipótesis, en donde mediante el planteamiento de ciertos supuestos que pueden suceder, y que luego están sujetos a la verificación o comprobación de éstos mismos, se busca establecer una serie de leyes y explicaciones generales para el hecho u objeto investigado, a modo de medirlo o cuantificarlo.

Ahora bien, todo resultado científico es distinto en cuanto a la aplicación de metodología de investigación y está condicionado a cada una de las corrientes de pensamiento en la se enmarque, planteándose así una epísteme distinta para cada variación. Con esto me refiero a que los paradigmas de investigación, en ciencias sociales, difieren entre sí a partir de sus teorías y su empleo metodológico: el paradigma explicativo versus el paradigma interpretativo o comprensivo.

Ya Popper, discrepó contra el positivismo lógico y se opuso fervientemente a la inducción. “[…] lo falso es lo único que puede aspirar a la verdad […] Popper sostiene que la ciencia parte de proposiciones universales, sin que haya que cuestionarse de donde provienen tales proposiciones.” (Echeverría; 1988: 195)

También la Fenomenología niega todas aquellas nociones positivistas referidas a la explicación y a la predicción del hecho, es decir al método y a la hipótesis. Se le confiere también otro valor a la objetividad. La ciencia normal niega a la conciencia como parte del método y la teoría, cosa que resulta difícil de imaginar para la fenomenología, que las ha puesto en un lugar preciado dentro de su propio trabajo con el objeto de investigación. “Pero la descripción no puede reemplazar a la experiencia personal.” (Echeverría; 1988: 212)

Los positivistas lógicos buscarán la objetividad en la verificación empírica de hipótesis preconcebidas mediante la experimentación (lo que no necesariamente implica un resultado verídico, es cosa de mirar teorías planteadas a través del tiempo que contenían varios errores pero que sin duda fueron defendidas hasta la muerte, o hasta que otro científico llegara a refutarla y surgiera otro paradigma), desechando todo aquello que no se encuentra bajo este tipo de metodología, lo considerado (y despreciado) como subjetivo. Los fenomenólogos, en cambio, consideran como algo valioso la experiencia, los sentimientos, la conciencia misma del ser humano, etc. Todos esos aspectos considerados como lo subjetivo o que carecen de valor al momento de la investigación positivista. (Echeverría, 1988)

Tanto la fenomenología como la hermenéutica plantean (bajo distintas concepciones teóricas, por supuesto) que no se puede descartar lo que la ciencia normal siempre ha dejado de lado, de las subjetividades propias, inherentes al hombre. “al prescindirse de lo subjetivo, la propia actividad científica deja de comprenderse.” (Echeverría; 1988: 209)

La hermenéutica por su parte, se cruza en muchos aspectos con la fenomenología, aunque si bien abordan el objeto de manera distinta, igualmente existe una crítica al positivismo, y más que a éste mismo, al realismo filosófico.

“La hermenéutica contendrá un primer cuestionamiento al dualismo filosófico que para dar cuenta del conocimiento establece la separación entre sujeto y objeto. Las ciencias naturales se habían desarrollado aceptando los términos del dualismo, proponiéndose un conocimiento objetivo […] La hermenéutica representará una opción diferente.” (Echeverría; 1988: 206-207)

Son dos formas de acercarse al conocimiento que se presentan como algo totalmente excluyente una de otra. Tanto la fenomenología como la hermenéutica reevalúan el criterio hipótesis-verificación positivista que aísla el objeto de su realidad y lo convierte en un hecho o en una entidad muchas veces descontextualizada.

No todo es tan determinista como se plantea en el positivismo, la validez de una teoría se enfrenta obviamente a los acuerdos que se tomen en las comunidades científicas, en este caso a los acuerdos comunitarios de fenomenólogos y hermenéuticos en el trabajo de las ciencias sociales.

La convención sobre lo objetivo o sobre lo verdadero está dado por ellas mismas internamente y no por otra comunidad que le venga a imponer un modo de investigación. Así como dijera el colega Nicolás Gómez en clases de epistemología, el trabajo investigativo de un hermeneuta es muy probable que no sea bien recibido ni aceptado, y por lo tanto, no consiga fondos en la comunidad positivista, e incluso fenomenológica. Y así en cualquiera de las otras comunidades en otras corrientes filosóficas. ¿Por qué? Porque lógicamente los acuerdos son distintos, así como también los intereses y la forma de enfrentarse al objeto. Hay diferencias sustanciales en cuanto a metodología y marco teórico, lo que es objetivo para unos, resulta subjetivo para otros y así, no hay consenso.

De esta forma, la hermenéutica y la fenomenología plantean otras soluciones para la aproximación al objeto, así como también otras formas metodológicas de llegar a la teoría y a la objetividad, entendiéndose ésta última de distinta forma a la concepción objetiva de los positivistas lógicos.

Los hermeneutas proponen una metodología interpretativa, así como también un modelo teórico que busca el entendimiento y la comprensión del objeto, entendido como el fruto de la actividad del ser humano. “El objeto resultaba ser una creación del hombre, una obra. Comprender una obra, implica descifrar la huella humana.” (Echeverría; 1988: 217). Hay distintas formas de abordar la realidad, porque hay distintas perspectivas desde las cuales se puede analizar la investigación.

Los fenomenólogos, trabajan con el sentido, el cual sólo puede ser apoyado mediante la experiencia. “[…] la conciencia no sólo identifica a los objetos, sino que también los constituye, los dota de sentido.” (Echeverría; 1988: 212)

En ambas corrientes, la producción del conocimiento, y por lo tanto, la validez de la teoría se abarca desde metodologías de investigación cualitativas, lo que resulta indispensable para muchas disciplinas de las ciencias sociales.

La búsqueda del sentido y ese “descifrar la huella humana”, encaminan al investigador hacia la senda del descubrimiento constante de nuevas realidades que bajo el punto de vista positivo o natualista no se habrían podido llegar. La práctica sin duda cobra mucho más importancia que la teoría, los fenómenos están ahí y se exploran y comprenden en su estado natural. Es por esto que se le da una significación distinta a la acción humana y a las prácticas sociales mediante estas concepciones epistemológicas.

Por ejemplo, es el caso de la obra de arquitectura, acotando un poco, la obra de arquitectura posmodernista, cuya interpretación podríamos abarcarla netamente desde el punto de vista hermenéutico.

Para comprenderla desde esta perspectiva, tendríamos que remontarnos tal vez hacia los inicios de esta disciplina (entendiendo como función más importante de la arquitectura la respuesta al siempre bien ponderado tema del habitar, que para Heidegger (1951) vendría siendo etimológicamente lo mismo que el “construir”, y aún más importante, que el “ser”), en donde el cobijo de los hombres era tan sólo un refugio improvisado de piedras y ramas o una caverna. Ahora bien, la obra arquitectónica como tal comenzó a concebirse como un trabajo más acabado (y con más significantes y significados) en la época antigua, en donde griegos, romanos, egipcios, entre otros, no sólo construyen para habitar, sino que le otorgan a dichas obras otro sentido, como el culto a sus dioses o a sus muertos, o simplemente como ocupación territorial.

De esta manera, la obra de arquitectura va adquiriendo matices distintos conforme pasa el tiempo, hasta llegar a la presente época, a esas construcciones posmodernistas de arquitectos que más que diseñadores parecen (y los precede una fama) artistas de cine. Que gracias al avance de la tecnología y al avance de ingeniería han podido hacer realidad una suerte de delirios a gran escala de lo más inquietos y revolucionarios, de los deconstructivistas. Es cosa de mirar el trabajo de Zaha Hadid, Frank Gehry, Rem Koolhaas, entre otros, quienes imprimen en cada una de las ciudades que han tenido la oportunidad de poseer alguna de sus obras un sello característico. Acá en Chile también tenemos lo nuestro, y acá aludo a algunos nombres que suenan dentro del circuito, como Mathias Klotz, Borja Huidobro, Felipe Assadi, también entre otros.

Pero ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con la hermenéutica? A mí parecer, pues todo.

Tanto la obra de arquitectura como la obra de arte están sujetas a una interpretación y a una comprensión por parte de otro porque poseen un discurso propio que los hace ser un “material de lectura”. Me remito a la arquitectura porque me parece un tema pertinente a todos los ciudadanos, porque arquitectura es lo que nos rodea todos los días de nuestra vida, es parte del espacio humano.

La obra arquitectónica posmoderna está cargada de mensajes que son una mezcla de distintos elementos de la expresión humana, y que tienen que ver muchas veces con el modo de vida moderno y acelerado en el que estamos inmersos. Posee en sí misma una carga simbólica que lleva implícita las inquietudes creativas y sociales de su autor, un sentimiento, un aporte o un juicio de valor a la sociedad en la que vivimos.

Es una narración, un relato construido no con el lenguaje de las palabras, sino que con el de la forma, que debe ser leído e interpretado. Es un relato que tiene (o no) una cierta inteligibilidad al igual que los textos. Y es que hasta las torres de departamentos que han inundado la ciudad tienen su propio discurso: el no tener ninguno.

La crítica arquitectónica y la misma teoría de la arquitectura utilizan herramientas hermenéuticas para develar el sentido a la apreciación del objeto y a su comprensión, preguntándose acerca del concepto y las motivaciones del autor que llevaron a la creación de la obra, compenetrándose con lo ajeno, con el otro para entenderlo. En este caso, el trabajo es de vinculación y un involucrarse con ese otro y con sus procesos interiores, tanto emocionales como intelectuales, “[…] el arte del entendimiento.” (Echeverría; 1988: 218). El fundamento proyectual, que nos enseñaron (me incluyo a mí misma, al ser parte de mi pasado académico, antes de tropezarme con la sociología) en la facultad de arquitectura tiene que ver con la posibilidad de que el otro entienda qué es lo que se está construyendo, una relación entre objeto y sujeto, hábitat y habitante.

Una obra, un texto, una problemática social sólo adquieren un significado real para el investigador hermeneuta en tanto son sometidos a una interpretación, después de haber pasado por todo un proceso de reflexión.

La arquitectura, desde el punto de vista fenomenológico[1], es analizada de acuerdo a las intenciones que su autor tenga. “Lo que la fenomenología revela son intencionalidades, pertenencias, modos de apariencia, procesos subjetivos, horizontes, flujos de multiplicidades, síntesis unitarias en la conciencia […]” (Echeverría; 1988: 211)

Pero por otro lado, existen también diferencias entre hermenéutica y fenomenología en cuanto al caso propuesto. El discurso de la obra arquitectónica no puede ser tan sólo reducida a una pura subjetividad[2], como plantea la fenomenología.

Asimismo, en sociología y en las ciencias sociales en general, la hermenéutica y la fenomenología han cobrado un papel preponderante en su ejercicio. Ambas corrientes vendrían a ser parte del paradigma interpretativo o comprensivo, esas otras visiones le dan un carácter mucho más cualitativo a la actividad sociológica, pero ¿por qué? Pues porque existen muchas realidades en cuanto a la problemática social, todas ellas conducentes de una u otra forma a verdades diferentes que están ahí y que hay que buscarlas en terreno. No bastaría tan sólo con predecir un hecho y luego comprobarlo mediante experimentación como harían las ciencias normales, sino que habría que salir a buscarlos, y una vez encontrados estudiarlos, observarlos de lejos sin que se sientan amenazados, y cuando sea el momento indicado, interactuar con ellos y descubrir cada una de sus verdades. Para esto es útil tanto la investigación hermenéutica como la fenomenológica, claramente distinguiendo de cada una sus diferencias y sus convergencias, sus puntos más débiles y sus fortalezas.

El fénomeno está presente ahí afuera, se comprende a la realidad como una dinámica. El sujeto y el objeto son dos cosas que no pueden separarse y esto es lo que debieran tener más que presente todos los sociólogos. En la investigación, aunque no se quiera, la mirada del investigador influye en el comportamiento del objeto observado y éste mismo moldea también la mirada del observador, por más que se intente evitar, también porque existe una constante interacción entre los hechos sociales y el contexto en el que se manifiestan.

Nos han enseñado desde el primer día en la sala de clases que la sociología (aunque verdaderamente aún no comprendamos del todo qué es realmente la sociología) tiene como objeto de estudio a la sociedad. Sí, a la sociedad, pero también a todos aquellos procesos o relaciones sociales que se dan en ella, refiriéndome a su sentido más amplio.

Y la forma que tenemos de llegar a todos esos datos es a través de la comprensión de la conducta de las personas y de las interacciones que se producen entre ellas, del por qué siendo todos parte de un mismo concepto, como por ejemplo, el de ser latinoamericanos, no significa que lo que ocurre socialmente en Chile se repita de igual forma en Perú o en Colombia, sólo por mencionar algunos países. Y es en esta reflexión en la que entra en juego la mirada hermenéutica.

En este campo de trabajo no sirven de mucho las reglas o las leyes que propone el positivismo porque no se puede predecir el hecho social. Es posible que en algunos casos siga ciertos patrones, por algún tiempo, pero la actividad humana es dinámica y siempre está cambiando.

Por lo tanto, la investigación en el mundo de la vida cotidiana tendría que estar más asociada a un paradigma epistemológico que no busque explicar el objeto, sino que busque interpretarlo o comprenderlo, paradigma que tiene que estar aceptado, haciendo éste la distinción entre una comunidad científica de otra, siendo parte del acuerdo dentro de ese conjunto de investigadores, en este caso, los de las ciencias sociales, constituyendo un fundamento válido en sus propias prácticas.

Los sociólogos requieren asumir que la naturaleza del fenómeno necesita de su comprensión. Por tanto, el objeto debe ser estudiado desde adentro de sí mismo, en donde la realidad que se quiere encontrar es intrínseca a él y no desde su exterior, como harían los investigadores positivistas cuyo método está ligado a explicar el objeto y no a comprenderlo, es decir, predicción-comprobación lo que se vio fuertemente reflejado en el trabajo de algunos sociólogos como Saint Simon, Comte y Durkheim.

El quehacer y la investigación en sociología utiliza estas dos vertientes de pensamiento, fenomenología y hermenéutica, para otorgarle objetividad a su trabajo a partir de la subjetividad. Se revisan las experiencias del objeto de estudio porque éste le da una referencia a la investigación sociológica. En este sentido no existen generalizaciones ni postulados universales pues todas las realidades que se estudian son distintas unas de otras y es esto lo que le otorga una calidad distinta a los resultados que se lleguen a obtener.

Los hechos sociales están constantemente cambiando y es por esta razón que el método que se use tiene que estar orientado y ponerse al servicio del descubrimiento e interpretación del fenómeno por más que ya existan teorías preexistentes.

En esta medida, entonces, hay siempre una reconstrucción de ésta misma ya que las dinámicas y las causas del fenómeno van a verse siempre modificadas.

Como conclusión, yo me pregunto, ¿hasta qué punto podemos utilizar un paradigma u otro para obtener los resultados que necesitamos alcanzar dentro de la investigación sociológica? Y si uno anula al otro, ¿no es posible combinarlos ambos, o al menos conjugar algunas de sus categorías para hacerlas confluir, a pesar de sus distinciones? ¿Son tan incompatibles?

Conozco el caso de una persona, quien tuvo que realizar un trabajo de encuestadora, herramienta que además de estar mal hecha (las preguntas estaban mal formuladas, la encuesta no podía ser aplicada a todos los hogares del muestreo ya que se partió mal al no haber un catastro que permitiera determinar a quiénes se les podía aplicar la encuesta, etc.) Tomo la encuesta como método determinista, para llegar a la recolección de datos para luego ser analizados estadísticamente. El estudio no pudo ser llevado a cabo en su totalidad porque habían errores metodológicos.

Ahora bien, intercambiando información con esta persona, nos preguntamos como estudiantes que somos de primer año si no habría sido más conveniente en la investigación sociológica combinar ambos métodos para obtener respuestas pertinentes a lo que se está buscando llegar.

¿Es necesario limitar la investigación a sólo ciertas categorías o parámetros? Suponiendo que el rol del investigador es el de escoger el camino que más adecuado, o que más le ayude a enfocar su trabajo hacia dónde quiere llegar, tomando cada vía un tiempo determinado.

Si bien es cierto, el método científico positivo entrega investigaciones encauzadas hacia la precisión y lo conciso, en sociología deja quizá algunos vacíos que la ciencia normal por mucho que se esfuerce (aunque en la práctica no lo hace porque no le interesa hacerlo) no se relaciona con el ser y sus consideraciones más metafísicas o de esa llamada subjetividad que excluye sin la posibilidad de poder recurrir a ella.

El investigador en sociología, y en las demás ciencias sociales tiene que estar siempre eligiendo entre una forma de producción del conocimiento u otra, asumiendo que cualquier camino que vaya a tomar tiene sus limitaciones. Al parecer habría que reconocer que no se puede construir un conocimiento que tenga compatibilidad con todas las comunidades científicas, ya que no existe un solo discurso que unifique el saber producido.

Frente a esto, cabría preguntarse a cuántos tipos de sociología podemos llegar a alcanzar durante el ejercicio de la profesión si tenemos varios posibles paradigmas, cómo saber cuál es el indicado y hacia dónde orientar el objeto de estudio en una investigación que se nos presente.

En las exposiciones de proyectos de título de nuestra universidad en los que estuvimos algunos alumnos del curso presente, me quedaron muchas de esas dudas de manifiesto, el hacia dónde dirigir el trabajo que se está realizando y cuál es la metodología que me llevarán a los resultados que estoy buscando (o tal vez a los que no me quiero encontrar, uno nunca sabe) ¿Y si se comienza con uno, y en el camino se da cuenta que debería haber trabajado con otro? Quizá estamos todos sometidos a la duda constante, al borde mismo del error.

Tal vez la investigación sociológica tenga que ser puesta a prueba, una, dos, cinco veces para lograr resultados satisfactorios, o para encontrar lo que se está buscando. Apenas estamos comenzando, pero estamos destinados a fracasar y a triunfar, y a volver a fracasar. Y así, el componente crucial de la vida, la sorpresa, la indeterminación nos enseñe algo más que todas las teorías aplicadas y los métodos y las categorías de investigación. Lo más probable es que haya que seguir avanzando en esto para algún día, si es que se tiene algo de éxito (o suerte como lo llaman algunos) poder averiguarlo.


Referencias bibliográficas elementales y complementarias

· Echeverría, Rafael. (1988). Capítulo 14: Karl Popper (pp. 193-203), Capítulo 15: La fenomenología de la conciencia de Husserl (pp. 205-213), Capítulo 16: La hermenéutica, en El Búho de Minerva. Chile, Santiago. Editorial PIIE.

· Heidegger, Martin. (1951)[1954]. Construir, habitar, pensar, en Conferencia pronunciada en el marco de la “Segunda reunión de DARMASTAD”, en Vortäge und auffätze. Pfullingen.



[1] La experiencia personal, ya sea del investigador o del sujeto investigado, es materia prima para el análisis y la constitución del objeto, sólo ella le otorga un sentido y le da un contexto. Se vale entonces del mundo de las experiencias como parte de la subjetividad que lleva a lo objetivo. (Echeverría, 1988)

[2] No se puede “[…] eliminar todo lo que no sea inmediato y originario. Eliminar todo lo que se ha insertado subrepticiamente en la conciencia como forma de explicación, de especulación o de suposición.” (Echeverría; 1988: 210). Esto ya que la obra de arquitectura no sólo es subjetividades, sino más bien una mezcla entre lo racionalista, que la hace mantenerse de pie y ser construible, y entre lo que permite una interpretación simbólica de ella misma: edificación y teoría.

ciencia.

1. ¿Qué es la ciencia?

Desde que el hombre es capaz de pensar, ha mantenido ciertos conflictos con el mundo que lo rodea, conflictos que quizá puedan resumirse con la duda.
Le han surgido innumerables preguntas y cuestionamientos, una necesidad de acercarse al conocimiento de la realidad, pero ¿qué necesidad hay de conocer lo real?
Pues, conocer implica darle un sentido a aquello que antes nos era desconocido y que es importante, que está ahí y que resulta ser que va de la mano con todo lo que está a nuestro alrededor.
De esta forma, el ser humano se ha visto en la obligación de intentar responder todas estas interrogantes de una sola forma: pensando. Ya desde la antigüedad, los filósofos comenzaron a responderse a sí mismos cuestiones que van desde lo más básico, hasta lo más enrevesado. Comenzaron a interiorizarse en el complejo arte del pensamiento intelectual, del logos, mediante distintos métodos de aproximación al conocimiento, asentando de este modo una primera aproximación a una gnoseología, que luego sería una base para el surgimiento de la ciencia propiamente tal.
La ciencia es, entonces, la búsqueda de una certeza, de una seguridad casi absoluta en una investigación sobre algún tema en particular, ya sea, como se preguntaron por primera vez los antiguos griegos, acerca de los elementos de la naturaleza, los astros o la física clásica que inauguraría muchos siglos después Newton, por dar algunos ejemplos.
Es el camino considerado como objetivo para llegar al conocimiento, y este camino es en realidad una sistematización de ese conocimiento a base de la razón, hoy en día conocido como método científico (no olvidando por supuesto que el método no da necesariamente a la ciencia objetividad)
La ciencia busca dar coherencia a los supuestos que aún mantienen cierta subjetividad, por lo tanto, ese conocimiento al que llega es exacto y comprobable, y sólo es de este modo en tanto que la comunidad científica, aquellos que practican la ciencia, lo acepten en acuerdo como tal. Y esa coherencia resulta como una verdad fáctica sólo mientras la teoría se complemente con la praxis, siendo ésta última la que le adhiere el criterio de verdad.
Prigogine (1986, pp.29-30), citado por Moreno (2006, p.22) sugiere que “la ciencia forma parte del complejo cultural a partir del cual, en cada generación, los hombres intentan una forma de coherencia intelectual.” Es decir, a lo largo del tiempo han existido dudas y vacíos que los hombres buscan resolver de manera lógica y racional, y la ciencia se ha manifestado como dicha manera, que ha llegado a instalarse casi como una “salvación” a los problemas que siempre estuvieron ahí y a los nuevos que se fueron suscitando.
Pero en esa búsqueda de la verdad debe existir también una responsabilidad, tal como lo formula Moreno (2006), que “en la actualidad, seguramente, ya no es el problema de la verdad el que se plantea en estas preguntas, sino el de responsabilidad.
El investigador tiene que estar en condiciones de responder por su trabajo […] Nosotros mismos tenemos que dar razón a nuestro hacer.” (p. 21)
La ciencia vendría a ser casi una especie de “religión”, que día tras días atrapa más adeptos maravillados (en tiempos más antiguos, hoy por hoy, creo yo que hemos ido perdiendo esa capacidad de asombro) por esa eficacia (y hago énfasis en esta palabra, porque me parece que es la imagen más apropiada para ilustrar esa fe casi ciega que se tiene en su fiabilidad y en su perfección para obtener respuestas objetivas que, a fin de cuentas, es lo que buscan las comunidades científicas). Comunidades científicas que están influidas directamente también por paradigmas.
La ciencia se estructura en base a un paradigma originado en la época histórica en que se practique, y es por esta razón que se ha visto permanentemente sometida a una serie de cambios, tal como dice Kuhn (1975, p.117), citado por Moreno (2006, p. 27) “la historia de la ciencia es dis-continua. Es un proceso de sustituciones. Una ciencia ha sido suplantada y sustituida por otra completamente distinta, basada en otros principios, ocupada en otros problemas, valida de otros instrumentos.”
Hay un constante movimiento, lo que hace que la ciencia esté continuamente renovándose, y por tanto, también quienes las practican. Creo que tiene la presión permanente de la vigencia, esto es, que con cada nuevo paradigma existe una renovación del conocimiento, de las ideas y con ellos la reformulación permanente de teorías para su perfeccionamiento.
La ciencia, tal como lo dijera el señor Nicolás Gómez, en alguna de las clases de Epistemología, es un acto de dominación. Se impone en una sociedad como lo único válido para ser considerado como verdadero y desacredita todo lo que no se enmarca en ella y su praxis.
De ahí se desprende la molestia de Geertz (2002) sobre esta hegemonía de la ciencia, sobre todo en el campo de las llamadas ciencias sociales, en sus reflexiones antropológicas. Frente a esto, nos dice “Una de las cosas más irritantes en mi ámbito de trabajo es la gente que dice que no estás haciendo “verdadera ciencia” si no llegas a establecer leyes, sugiriendo con ello que ellos sí lo hacen aunque no te digan qué leyes son ésas […] La cientificidad, y aquí me referiré al conjunto de las ciencias humanas, es muchas veces tan sólo un farol.” (pp.106-107)
Ahora bien, esto tal vez podría explicarse ya que la ciencia aplicada al desarrollo del conocimiento humano, es decir, las ciencias sociales o “ciencias del espíritu”, aún presenta ciertas falencias que no se han corregido del todo, lo que hace que todavía no presente ese grado de fiabilidad que muestra la ciencia positivista.
En el texto de Moreno (2006, p. 25), se plantea una diferencia radical de las ciencias naturales con las ciencias sociales, de modo que “Estas nunca lograron instalarse sobre una base común de seguridad. Precisamente por no adecuarse plenamente a los supuestos científicos aceptados, toda su historia ha estado marcada por la interminable discusión que pone constantemente en duda su estatuto de ciencias.”
Siguiendo con las ideas vistas en clase, la comunidad científica no va en busca de la verdad, sino en busca de privilegios y esta es la base social de ella misma. Por lo tanto, este acto de dominación más que de la ciencia en sí, es por parte de quienes la practican, y éstos están dentro de un sistema que somete a las ideas en busca (y para contener) del poder. “Para Marx, la ciencia que se produce en un sistema social dominado por la burguesía, es realmente una ciencia burguesa, no una ciencia neutral, verdadera […]” (Moreno; 2006: 25)
Y me permito tomar esta idea para decir también que la ciencia, en tanto ciencia, es pura arrogancia.
El trabajo del científico es admitir como verdadero lo que se considera objetivo, mediante la aplicación de sus propios métodos y reglas, que han sido comprobados previamente y que claramente, se concluye que funcionan para resolver las interrogantes planteadas, sin embargo “[…] Los mitos, las obras de arte, los sueños o los cuentos de hadas parecen que hablan de la realidad. Sin embargo, son meras fantasías; son pelusa epistemológica. Sólo la ciencia, sus enunciados y las concepciones del mundo basados en ellos, nos dice lo que ocurre realmente.” (Feyerabend; 1999 [1992]: 67)
La ciencia se ha reafirmado tanto en su propia infalibilidad, que hoy nos parece comprensible que la comunidad científica sea algo así como una suerte de elite dentro de la sociedad, “aquellos hombres sabios” que se escudan en esa arrogancia propia de las personas que están en el mundo de la ciencia (especialmente de las ciencias “duras”). El poder de la ciencia pareciera no tener límites, Según Feyerabend (1999) [1992], “parece que la ciencia es una fuerza irresistible. Y lo es, pero sólo si se creen sus promesas y se sucumbe a las “relaciones públicas” de la mafia científica. Es irresistible si se permite que lo sea.” (p.87) Pero el mundo moderno ha sucumbido ante esa promesa que ha hecho la ciencia de ser capaz de responder a todos los supuestos que se pongan en el tapete de la investigación.
Lo que yo me pregunto es, ¿es la posición más acertada, el creer ciegamente en el trabajo de las ciencias? A mí me parece que no, y en este punto creo que estoy de acuerdo con muchas cosas que plantea Feyerabend.
Por un lado, se ha creído desde siempre que la ciencia es una única fuente de verdad, indiscutible, que es capaz de dar respuesta hasta a los enigmas más complejos. Es poder, y esto lo han sabido todos los que lo han ostentado o han aspirado a llegar hasta él.
En desmedro de otro tipo de conocimientos, o mejor dicho, de la relación ancestral que menciona Monod, citado por Feyerabend (1999), esa “antigua alianza animista entre el hombre y la naturaleza.” (p.65) Es decir, un conocimiento empírico sin bases en leyes o estatutos teóricos de laboratorio o manuales científicos, que ha funcionado desde siempre y que le permitió a nuestra especie sobrevivir a lo largo de milenios de historia, antes que apareciera la ciencia, como ciencia propiamente tal, porque ella funciona y es eficaz y ha demostrado (por un acuerdo mutuo entre todas la comunidad científica) ser lo más próximo a la verdad, por no decir “la verdad misma”.
¿Cuándo se impuso ese punto de vista objetivo y determinista por sobre la relación hombre-naturaleza? Pareciera ser que cuando emergió “la codicia, la falta de previsión, tendencias sociales desconocidas para los mismos participantes del proceso, la emergencia del capitalismo.” (Feyerabend; 1999: 66) En suma, el materialismo que se considera necesario para llegar al progreso. ¿Es ciencia progreso, realmente? ¿Dónde queda la persona, la experiencia, después de que todo sea ciencia?
Nadie nos dice que no usemos o que no creamos en la ciencia, pero tiene que existir una aplicación de lo teórico con lo práctico. Y en este punto me gustaría intentar combinarla con su relación y el quehacer con las ciencias sociales, que es a lo que nos vamos a dedicar nosotros, como sociólogos, quizá para el resto de nuestra vida profesional.
Las ciencias sociales tienen una base epistemológica y metódica en el campo de la ciencia en sí, porque busca responder cuestiones de la manera más objetivamente posible, pero tampoco debe olvidarse de su objeto de investigación, que es el estudio humano, y con ello, a toda la experiencia que se pueda recoger. No basta tan sólo con la aplicación de una sistematización de teorías que en un laboratorio funciona a la perfección, sino que la combinación de esta técnica, de lo objetivo con lo que está allá afuera, con el contexto en el que se está trabajando, utilizado con sentido común. A mí parecer, es esencial para un éxito rotundo en estas áreas de estudio. No se puede separar una cosa de otra, porque de otro modo resultaría incompleto, absolutamente ineficaz.

2. ¿Cuáles son las consecuencias que conllevan el tránsito de un paradigma a otro en las materias referidas al método, la idea de ciencia y en la concepción de la teoría?

Para Kuhn (1996), “un paradigma es un modelo o patrón aceptado.” (p.51) Aceptado claramente por quienes practican la ciencia. Por lo tanto, entendemos por paradigma a aquellos compromisos adquiridos, compartidos e internalizados por la comunidad científica para ser considerado como válido. Los paradigmas no representan renovación (no necesariamente) sino que un modo de estudio.
De cierta manera, el paradigma es una especie de marco conceptual, fomentado por esa obsesión que tienen los científicos de querer introducir a la naturaleza y sus fenómenos dentro de una teoría, intentando así acotar el objeto de investigación.

Si este “modelo aceptado” por la comunidad científica no da suficientes respuestas, o éstas son insatisfactorias a los problemas que se estudian, el paradigma no cambia ni es reemplazado por otro inmediatamente, sino que se modifica o se ignoran las fallas que éste presenta, ya que la comunidad científica no apoya las innovaciones, muy por el contrario, las rechaza por considerarlas en contra a su quehacer. “[…] La ciencia normal suprime frecuentemente innovaciones fundamentales, debido a que resultan necesariamente subversivas para sus compromisos básicos.” (Kuhn; 1996: 26)
El único modo de que cambie el paradigma, es decir, que exista un tránsito de un paradigma a otro es mediante las revoluciones científicas, en otras palabras, “cuando la profesión no puede pasar por alto ya las anomalías que subvierten la tradición existente de prácticas científicas- se inician las investigaciones extraordinarias que conducen por fin a la profesión a un nuevo conjunto de compromisos, una base nueva para la práctica de la ciencia.” (Kuhn; 1996: 27)
Las revoluciones científicas, por lo tanto, conllevan a esos cambios de paradigmas que son generados a partir de las falencias del método convencional usado por la ciencia, del paradigma anterior.
El nuevo paradigma pasa por un proceso de aceptación que primero comienza por el rechazo unánime de la comunidad científica, porque resulta diferente, y en muchos casos incompatible con ella. Obviamente esto sucede porque si hay ciertas teorías que en la época resultan admisibles, o como fuentes de verdad absoluta y aparece una nueva que llega a romper con lo establecido, produce un quiebre radical.
Es transgresora, derrumba aquella epísteme anterior que había sido utilizada como parámetro preestablecido en la base del trabajo de investigación, haciendo también que toda creencia previa caiga al piso, como por ejemplo, con la Teoría Geocéntrica de Aristóteles, posteriormente reafirmada por Ptolomeo, en donde se creía fervientemente que la Tierra era el centro del universo, teoría que fue aceptada por varios siglos, hasta que Copérnico formulara su Teoría Heliocéntrica, que posteriormente fuera avalada por Galileo.
Pero esto no significa que el cambio es aceptado inmediatamente (es cosa de revisar el contexto histórico y el poco apoyo que les tocó vivir a Copérnico y a Galileo, como así también a tantos otros hombres de ciencias que postularon teorías revolucionarias, o quizá no tanto pero que aún así se implantaron como algo distinto y novedoso).
“[…] los cambios de paradigma hacen que los científicos vean el mundo de investigación, que les es propio, de manera diferente […] después de una revolución, los científicos responden a un mundo diferente.” (Kuhn; 1996: 176) Cuando cambia el paradigma, cambia la perspectiva que se tiene del mundo y también cambia la orientación que se tiene sobre el objeto de investigación.
El cambio de paradigma admite implícitamente un error de su predecesor, que conlleva a nuevos resultados tras de sí.
Por lo tanto, los mismos métodos que se aplicaban en un problema anterior, evidentemente se verán modificados. Las transformaciones científicas traen una nueva forma de abordar los problemas, desde una nueva perspectiva. Lo que antes no funcionaba o no entregaba respuestas satisfactorias, luego del cambio tiene posibilidades de sí darlas, es más, fue esa la razón por la cual surge el nuevo paradigma. Cada paradigma implanta una cierta forma de abordar el objeto (mismo objeto, distintos paradigmas).
Entonces, no se trata de que se estudien diferentes fenómenos, sino que la forma de abarcarlo se mira desde un ángulo diferente del que se estaba trabajando antes, porque obviamente cambia el interés, la forma en que se ve. Por ejemplo, en el texto de Kuhn (1996) nos encontramos que “Al menos, en el caso de Oresme y casi seguro de Galileo, fue una visión hecha posible por la transición del paradigma aristotélico original al paradigma escolástico del ímpetu para el movimiento. Hasta que se inventó ese paradigma escolástico no hubo péndulo, sino solamente piedras oscilantes […] Los péndulos comenzaron a existir gracias a algo muy similar al cambio de forma (Gestalt) provocado por un paradigma.” (p. 189) Y me parece que es una buena forma de ilustrar cómo un mismo objeto, luego de un cambio de paradigma, puede ser observado de una forma totalmente distinta como se veía antes. Porque si no hubiera este cambio de mirada sobre lo que se está estudiando, entonces se estaría dando vueltas en círculo sobre un mismo problema que no logra satisfacer del todo.
Hay un progreso en tanto se mira a la investigación desde otro prisma y se permita avanzar en ella. Y es que para Kuhn (1996), “en lugar de ser un intérprete, el científico que acepta un nuevo paradigma es como el hombre que lleva lentes inversores. Frente a la misma constelación de objetos que antes, y sabiendo que se encuentra ante ellos, los encuentra, no obstante, transformados totalmente en muchos de sus detalles.” (pp.191-192)
La ciencia se ve trastocada por el nuevo paradigma, y así también el método y la teoría. En muchos casos, la teoría anterior queda obsoleta, ya que muchas de sus reglas carecen de éxito, y por tanto, con el cambio de paradigma se buscan unas nuevas que permitan resolver de mejor manera el problema científico.
Tomando en cuenta que en la ciencia el método es el camino en la sistematización del conocimiento, depende de éste al destino que se llegue.
El tránsito de un paradigma a otro permite que el método, o sea replanteado desde cero o se modifiquen ciertas partes de su estructura, para llegar a la resolución de un (nuevo o el mismo) enigma.
Las teorías científicas, creo yo que, tienen la obligación de tener una total coherencia en cuanto al tema al que se están refiriendo. Y son los nuevos paradigmas que van reemplazando a esos otros ya existentes los que les otorgan un cierto grado de cohesión al trabajo teórico, que por ende conlleva a un progreso en el desarrollo de la ciencia.
Con las revoluciones científicas, cambian las tradiciones y los convencionalismos de las teorías que sin lugar a dudas tenían su lugar privilegiado en los textos de estudio anteriormente utilizados por los estudiantes. Se ponen a aquellos constructos teóricos, antes considerados como fuente para alcanzar un conocimiento absoluto, de cabeza. En muchos casos, el nuevo paradigma los destroza definitivamente, los pone en tela de juicio y los determina como absolutamente cuestionables.
Y es esto a lo que temen los científicos, y por lo cual cuando surgen son inicialmente rechazados: porque la mayoría destruye completamente las creencias previas, todas esas concepciones del mundo en las que se estuvo trabajando durante cierto período de tiempo. Es un terror al cambio, a que todo en lo que se ha creído durante toda una vida se vaya al suelo (y creo yo, personalmente, desde mi perspectiva de estudiante que recién va en primer año y que apenas concibe una vaga idea del trabajo científico, que los más reacios a estos cambios son aquéllos que llevan más tiempo trabajando en el mundo de la ciencia, cosa que también podría aplicarse a otros ámbitos de la vida) Y es esto lo que hace que la comunidad científica entera se pronuncie en contra de estos nuevos paradigmas que han ido surgiendo a lo largo del tiempo.
La idea de la ciencia que se estuvo haciendo antes del cambio de paradigma se viene abajo y surgen interrogantes que antes no eran necesarias ser planteadas.
¿Qué es lo que hemos estado haciendo? ¿Estuvimos siempre equivocándonos? Se preguntaran aquéllos cuyo trabajo ha sido cuestionado con las nuevas teorías concebidas desde la base, muchas veces, de un mismo trabajo.
Metodológicamente, estuvieron bien aplicadas pero, ¿dan respuestas suficientes a lo que se quiere resolver? Es cosa de mirar atrás y preguntarles a Ptolomeo o a los químicos de los siglos XVIII-XIX.
El error, en la ciencia siempre ha estado y estará presente, porque al contrario de lo que se quiere creer, no es cien por ciento infalible. No obstante, a partir de estos fallos es que surgirán nuevas teorías para corregirlos, y así es como las capacidades intelectuales estarán en dinámica constante, teniendo como expectativa que la ciencia algún día llegue a ser lo que muchos creen que es hoy en día: pura perfección sin equívocos, una salvadora sin precedentes para el avance de toda la humanidad.


Referencias bibliográficas

• Feyerabend, Paul. (1999) [1992]. Ciencia y Progreso (pp.65-95), en Ambigüedad y armonía. España, Barcelona. Ediciones Paidós.
• Geertz, Clifford. (2002). “Conocimiento local” y sus límites: algunos obiter dicta (pp.103-111), en Reflexiones antropológicas sobre temas filosóficos. España, Barcelona. Ediciones Paidós.
• Moreno, Alejandro. (2006). Capítulo 1: Para una definición-re-definición de epísteme (pp.21-28; pp.42-53), Capítulo 4: Desde el Yo, el otro es inaccesible (pp. 127-135), en El Aro y la trama. Epísteme, Modernidad y Pueblo. Chile, Santiago. Ediciones Universidad Católica Silva Henríquez.
• Kuhn, T. (1996). Introducción: Un papel para la historia (pp.20-32), Capítulo III: Naturaleza de la ciencia normal (pp.51-67), Capítulo X: Las revoluciones como cambios del concepto de mundo (pp.176-211) y Posdata: 1969 (pp.268-319), en La estructura de las revoluciones científicas. México. Fondo de Cultura Económica.